Por Teresa P. Mira de Echeverría
1. “…si lo que espero no esperara…”
Seamos sinceros, la esperanza no tiene buena prensa últimamente.
Tal vez nunca la tuvo.
Es conocido que, cuando Pandora abrió su proverbial caja (o, más bien, la trampa que le tendieron) y luego de que se liberaran todos los males, en el fondo quedó una chispa: la esperanza.
La cuestión que muchos se plantean es si aquella luz era el antídoto contra todos los males anteriores o el peor de todos ellos.
La esperanza puede ser vista como algo que nos ata a una creencia a futuro, que nos impide avanzar y nos mantiene adormilados en la espera, o como algo que nos impulsa a seguir hacia adelante a pesar de los contratiempos.
Pero ninguna de esas cuestiones pertenece a la esperanza per se, sino al modo en que nos conducimos respecto a ella.
Así que, antes de vincularla con la literatura y, sobre todo, con las literaturas de género, dejemos claro lo que la esperanza NO es:
No es una porfía en lo que se hace.
No es una positividad ciega.
No es un optimismo insulso.
No es una espera infundada y necia.
La esperanza no se regodea en mirar vasos llenos en un cincuenta por ciento de su capacidad ni nada por el estilo.
La esperanza es básicamente: vida, resistencia y horizonte.
Y veremos que esto es imposible de separar de la esencia de la Ciencia Ficción, la Fantasía, el New Weird y hasta del Gótico o el Terror.
Así que procedamos a ver qué significa esto.
2. dum vita est, spes est
¿Y qué sucede con las distopías y ucronías en las cuales todo se encamina al desastre? ¿Qué no es la entropía el destino final de todo? ¿No sería esto incompatible con esa visión de las literaturas de género como literaturas de la esperanza?
Sin embargo, así como no puede haber entropía sin orden previo o no puede haber muerte sin vida, en tanto ésta es su condición absoluta de posibilidad, del mismo modo las miradas aparentemente “negativas” (y no las considero así) del mundo o la naturaleza son formas de un anhelo mayor que las subsume.
No consideraríamos esos destinos como nefastos o catastróficos si fuesen deseables. Las distopías (y he narrado muchas y seguro narraré muchas más) son una suerte de probatoria por el opuesto de cuáles son los deseos humanos, al poner ante nuestra mirada aquello que no queremos que suceda o que vemos que puede precipitarse sobre todos nosotros si seguimos por caminos equivocados. Incluso podríamos verla como una catarsis en el más aristotélico sentido del término.
Una mirada gótica o terrorífica revela, en negativo, lo que no deseamos. Lo que nos angustia, lo que nos causa repulsión, nos enseña a través de su ausencia todo lo que desearíamos que fuera, y ese es el terreno del Terror. En el caso del Gótico Contemporáneo, lo que se revela es lo que debe ser corregido.
Que la vida desea perpetuarse y el ser humano desea ser feliz parecen enunciados ingenuos. Pero no hay nada más difícil de alcanzar que esos dos anhelos.
Su consecución es problemática y sobre estas huellas se construyeron y destruyeron civilizaciones enteras. De modo que no hablamos de una simple alegría o de un estado de gozo, sino de algo mucho más profundo: la realización de lo que en verdad queremos ser.
En esta tesitura, la literatura es, esencialmente, un fenómeno vivo y una de las claves constitutivas de nuestra humanidad, en tanto seres que podemos narrar nuestra vida y narrar el mundo en el que estamos, ya sea social o cósmico. Pero sobre todo porque podemos narrar el mundo que imaginamos.
La imaginación es, desde un aspecto filosófico y antropológico, el nervio central de la humanidad misma, ya sea una imaginación en tanto facultad de inspiración, como reproductora, anticipatoria o, en este caso, creadora.
Bajo estos conceptos, la literatura es un fenómeno en cambio constante y la premisa del cambio opera como un motor de esperanza.
Cuando leemos un libro de Kim Stanley Robinson, por ejemplo, las ciudades inundadas, en un futuro no tan lejano, gracias al cambio climático no representan un conjunto de visiones negativas y llorosas por el pasado perdido o la oportunidad abandonada. Dos cosas impulsan una visión esperanzada detrás de la más pura distopía: el carácter anticipatorio o “profético” (en el sentido no religioso del término) es un acto de espera o más bien un deseo de concientización. Una jeremiada, una denuncia de lo que nos espera si seguimos por este camino, esconde la esperanza de caer en tierra fértil o ni siquiera sería enunciada: ¿para qué denunciar lo que no se espera que pueda alertar o cambiar conciencias?… a menos que descanse en la actitud morbosa y ególatra del “yo se los dije” y este no es para nada el caso.
3. La resistencia nunca es fútil
En dos sentidos hablamos de “resistir” en nuestro lenguaje habitual: de modo pasivo, en tanto soportar algo y permanecer en el sitio que se nos quiere arrebatar o, de modo activo, como una acción directa de lucha contra aquello que quiere avasallarnos.
La resistencia tiene por corazón no una certeza (el conocimiento cabal de un éxito futuro) sino el deseo de una consecución positiva de los actos por los cuales se resiste, o sea, la imaginación de un éxito. En pocas palabras: una esperanza.
El idealismo es intrínseco a toda revolución.
La Ciencia Ficción, la Fantasía y el New Weird son revolucionarios, cada uno a su modo. El cambio es su terreno, como realidad y como posibilidad. Ser una literatura de cambio implica crear opciones, alternativas a lo dado (no importa si optimistas o pesimistas, eso es lo de menos, ya hemos visto por qué).
La no conformidad con lo dado se ubica como base de todas sus construcciones.
Alguna vez J. R. R. Tolkien habló de la evasión como un acto heroico, como la huida de un sistema enfermo para poder reagruparse, imaginar uno mejor y volver a luchar contra ese sistema. Escritores de la talla de Joanna Russ, Samuel Delany, Roger Zelazny, Octavia Butler o Philip K. Dick trabajaron, desde aproximaciones distintas, para mostrar mundos alternos con respuestas o advertencias a nuestra realidad. Pero lo que todas estas visiones tienen en común es, justamente, lo que escritores como Ursula K. Le Guin, Theodore Sturgeon, Susanna Clarke o Nicola Griffith nos muestran constantemente en sus obras: que “lo dado”, el estado de las cosas en un determinado tiempo y espacio, no es algo inmutable o que deba aceptarse como establecido, sino que es una creación humana y, como tal, factible de ser reemplazada por un orden mejor, más justo, más libre.
La Ciencia Ficción con todos sus subgéneros (desde el Ciberpunk al Solarpunk), y la Fantasía en sus diversas versiones (Épica, Urbana, etc.), son actos de resistencia en ambos sentidos de la palabra. Obras que no ceden terreno al status quo y que luchan además contra el avance de formas anquilosadas y conformistas (o, peor aún, de formas deshumanizantes, racistas, excluyentes, lgtbiq+fóbicas, clasistas, etc.) de interpretar y formular la realidad humana y cósmica. Actos que el arte ejerce para encauzar la esperanza humana como algo capaz de dar lucha contra la desesperanza de lo quieto e inerte.
Porque allí radica el segundo eje de nuestro concepto de esperanza: la esperanza es cambio en tanto movimiento y apertura de posibilidades. Sólo lo quieto, lo inmóvil o lo muerto conllevan la desesperanza o la falta de ella.
Porque, en última instancia, no sólo hay esperanza cuando hay vida, sino, sobre todo, cuando hay sistemas o agentes de la resistencia ante esas fuerzas de la no-esperanza y del no-cambio.
4. “The health of the eye seems to demand a horizon.” (Ralph Waldo Emerson)
Una de las metáforas preferidas para referirse al futuro es la de un “horizonte”. Como tal, el futuro no es algo asequible desde el aquí o el ahora sino algo que funciona como plan, como incógnita que puede ser vislumbrada pero no abordada. Como un faro.
Pero el caminar hacia ese faro implica un acto de fe además de un acto racional o sintiente. En una palabra, implica esperanza.
Desde cierta perspectiva (la que está motivada por el cambio y la resistencia), el concepto de Esperanza se halla conectado al concepto de Futuro.
La mutua implicación no es excluyente, pero sí es central en una concepción literaria como lo es la de la ruptura o la libertad.
Y es que el horizonte y la libertad suelen abrazarse mutuamente. El horizonte, sin límites, como espacio para el ejercicio de la libertad y de una libertad plena, se transforma de pronto en la esperanza, capaz de hacer que esa libertad tenga sentido.
El sentido de los géneros literarios puede ser tan cambiante o plural como escritores o lectores haya, pero hay algo que nos conecta a todos y es la apertura a un mundo de imaginación y creación libres, a un horizonte abierto, a un sistema de la esperanza.
Los géneros híbridos como el New Weird que cultivan Jeff VanderMeer o China Miéville y otros géneros que ni siquiera tienen un nombre aún, cumplen la premisa de la libertad total al caminar en los espacios liminales entre los géneros y en los intersticios dentro de los mismos. Su capacidad de cruzar fronteras y abrazar el horizonte como no-límite las convierte, en cierto modo, en meta-literaturas. Desde allí son capaces de lanzarse al cambio y a la resistencia ante la no-esperanza ofreciendo respuestas contundentes que suscitan nuevos modos de ver y comprender tanto a la realidad como a la propia literatura de las cuales surgieron. Así, hacen de la literatura de la esperanza no una literatura ingenua o banal sino una fuente de historias dolorosas, asombrosas y conmocionantes, ni más ni menos, que las que son capaces de surgir de una esperanza madura.
5. La dama de verde
Las literaturas de género, en sí mismas o como meta-literatura, aparecen aquí bajo la imagen de una esperanza valiente. Una esperanza de cambio, de ruptura, de novedad, de espacio libre para ser lo que uno desea ser.
Cada vez que nos adentramos en una obra de Ciencia Ficción, de Fantasía o de Terror o que nos aventuramos en el Gótico, en el New Weird o en el Solarpunk (no importa si es para entretenernos o para reflexionar) lo hacemos con una esperanza en nosotros, sea como lectores o escritores, de hallar un mundo más allá del mundo puesto ante nuestros ojos, un terreno abierto para ser nosotros tal como deseamos ser y para ser con los otros tal como otros ojos ven el mundo de la imaginación.
Y, desde este aspecto esencial de ruptura, el mismo acto de acercarnos a las literaturas de géneros para crearlas por medio de la escritura o co-crearlas a través de su lectura es un acto de existencia, de reinvención de la imaginación y de la realidad, de no conformidad, de salto hacia más y mejor. Y un acto de Ser es siempre un acto de Esperanza.