Por Martha Riva Palacio Obón
La belleza de los fragmentos surge de la interrelación entre distintos componentes. Jugar con granos de arena, reformular el mundo a partir de un cambio constante de espacios y tiempos.
Una red de conexiones sutiles, frágiles, que sostienen este océano luminoso. Hacer el amor en un bucle infinito, precipitarnos al vacío: un átomo de fósforo en nuestra luz compartida.
Un hilo que vibra antes de romperse, el recuerdo de lo que vendrá.
Ríos entrelazados en Marte, vislumbrar otros mundos posibles a partir de sus fragmentos. Contemplar desde el espacio el patrón de tierra y mar. La travesía de una partícula a través de otra.
Destellos intermitentes en la oscuridad, nuestros cuerpos en flujo. Adentro pulsa una estrella.
El viaje ha terminado, nunca sabrás cómo empezó. Todo se desdobla, todo se desenreda, para revelar el ciclo – gif de la vida. Nuestra búsqueda comienza y termina con un estallido.
Todo se desvanece,
y vuelve a empezar.
La belleza de los fragmentos 2: ángeles de Milton